Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Los verdaderos poetas son de repente: nacen y desnacen, dicen misterio y son misterio, son niños en crecimiento tenaz, entran y salen intactos del abismo, ríen con el descaro de los 15, saltan desde el tablón del aire al roquerío aciago del océano sin miedo al miedo, los hechiza el peligro.
Aman y fosforecen, apuestan a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos y otras mil orejas, pero las guardan en el cráneo musical, olfatean lo invisible más allá del número, el vaticinio va con ellos, son lozanía y arden lozanía.
Al éxtasis prefieren el sacrificio, dan sus vidas por otras vidas, van al frente cantando, a cada uno de los frentes, al abismo por ejemplo, al de la intemperie anarca, al martirio incluso, a las tormentas del amor, Rimbaud los enciende: «Elle est retrouvée Quoi? L´Eternité »
Está solo. Para seguir camino se muestra despegado de las cosas. No lleva provisiones.
Cuando pasan los días y al final de la tarde piensa en lo sucedido, tan sólo le conmueve ese acierto imprevisto del que pudo vivir la propia vida en el seguro azar de su conciencia, así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor. Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana con los ojos negados al presente y sólo tuvo sombras que apretar en la mano, fantasmas como saldo, un camino de nubes.
Soledad, libertad, dos palabras que suelen apoyarse en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence. Sus huellas tienen hoy la quemadura de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino acepta que la vida se refugie en una habitación que no es la suya. La luz se queda siempre detrás de una ventana. Al otro lado de la puerta suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario aprender a vivir en otra edad, en otro amor, en otro tiempo. Tiempo de habitaciones separadas.
No me digáis que no es posible. Al menos, no me lo digáis. Dejadme como se deja al loco en su utopía. Dejadme con mi obstinación irracional a quien la lógica no sirve. No me digáis que no. No digáis nada. Ya sé, ya sé que todo puede ser explicado. Lo sé, pero no importa. Lo sé, pero es inútil. Nunca os diré que sí. Nunca. Simplemente, me gusta mi trasnochado corazón, mi tozuda locura simplemente. Me gusta ser así.
Lugares comunes fueron nuestras habitaciones… que a pesar de no estar bajo el mismo techo… estaban en la misma casa…
Lugares comunes fue aquél veraneante accidental en la ciudad del viento…
…donde, perdidos en azul, el viento te peinaba con su aroma a sal…
Lugares comunes, fueron las miradas que cruzamos desde aquel autobús que sólo hablaba de aromas… París y tu, el mundo en mis manos… que poca cosa…
Lugares comunes… lágrimas de miel que te desnudan poco a poco, enjugando con pétalos de seda tus mejillas…
Lugares comunes fueron las cartas que nunca me llegaste a mandar, las mejores, gracias…
…las fotos que robamos de los álbumes de agua…
Lugares comunes fue aquella guitarra en la que ahorqué mis dedos por una puta nota más… Ché, ¡qué bueno que viniste!
Lugares comunes, fueron aquellos en los que coincidimos, fueron las personas a las que amamos, a las que odiamos, a las que olvidamos, lugares comunes, si queréis, fue una isla desierta,
(y algunas flores crecen en las dunas)
Lugares comunes son aquellos momentos que merecieron la pena… porque, lugares comunes, somos nosotros.
[Texto del inicio del taller "Somos nosotros... Seres de Luz... Ítacas compartidas]
Hay momentos en los que oímos el susurro de un batir de alas… Hay instantes en los que un rumor de hadas y tormentas nos inunda de poesía… Cuando eso ocurre ya no vivimos en el tiempo, es el tiempo quién nos vive…, somos tiempo…,
y nuestra vida se desgrana como los granos de un reloj de arena que en su caída libre van haciéndonos playa dispuesta a recibir el beso de su ola… Todo se transforma en una función delta: porque el amor que tiende en intensidad hacia el infinito en duración tiende a cero…
Pero es mentira…
Y al amparo de una Candela de luz vainilla y plata desplegamos, temblorosos, nuestras alas de colibrí y, sin casi creérnoslo, emprendemos un vuelo que se detiene en momentos únicos, sutil y perfecto, viéndonos ser lo que nunca habíamos imaginado y en realidad somos…
Fue –¡es!– una mañana de primavera, cuando gotas de lluvia llaman al cristal de la ventana… Y nos sorprendemos soñando mientras dibujamos unicornios azules sobre una servilleta de papel.
Ocurre que las palabras de algodón vuelan de un lado a otro y se sienta Quique González a mi lado y, de pronto, me sé un veraneante accidental en la ciudad del viento… Y Pablo Milanés me toma de la mano para enseñarme a vislumbrar el vacío que habita el breve espacio en el que tú no estás… –…todavía quedan restos de humedad…–…
Mientras mi mirada se encuentra con tu mirada, Pedro Salinas me hace pedirte perdón por ir buscándote tan torpemente, pero es que veo ese tú que no te ves, nadador por tu fondo preciosísimo…
Y, aunque la mañana juega al escondite de sábanas blancas, de pronto siento que antes o después, todo irá bien, porque cada vez que me borran yo me vuelvo a dibujar…
Dulce María Loynaz deja junto a mí su palabra en el aire, sin llaves, ni velos…, para que todos la vean, la palpen, la estrujen o la expriman…
Es Benedetti el que me descubre que soy generoso de amores, imposible de cálculos, tierno de manos, inoxidable de corazón, aunque con Neruda sé que a veces… mi canción es desesperada…
¡Qué bueno saberme vecino del paraíso!, mientras escucho a Norge decirme: búscame adentro… aquí, en éste silencio…
Cuando miro por el ventanal el viejo Walt Wihtman me lleva tras el cristal y veo sus hojas de hierba que en el Campillín de mi nostalgia me susurran… Largo tiempo has soñado sueños despreciables, mas ahora te quito la venda de los ojos, para que te acostumbres al resplandor de la luz y de cada uno de los instantes de tu vida.Largo tiempo has vadeado, asido de una tabla, cerca de la playa, ahora quiero que seas un nadador intrépido, que saltes en medio del mar, que te levantes, que me hagas señales, que grites, que agites el agua con tus cabellos…
Y ya revolotea alrededor Eduardo Galeano –Peter Pan de los cachorros de nadie– y en el aire dibuja un graffiti donde me dice que el mundo es eso:un mar de fueguitos; cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende…
La tarde se aproxima y Fer me dirá entonces que cualquier tiempo pasado fue peor…
Apareceré por ‘el Trópico’ –que nuca cierra– donde Gil de Biedma –que compra pitillos sueltos– me contará su amistad a lo largo; sabernos sarmentosos de historia acumulada… Para nosotros el dolor es tierno… ¡Ay el tiempo! Ya todo se comprende…
La ventana se convierte en un Cinema Paradiso y Totó espera 99 días sentado bajo el balcón… Ese primer beso con sabor a pan y chocolate y lágrimas…
Que bueno tener una Kamchatka para resistir cuando los hombres grises de Momo buscan tomar posesión de mi alma de azúcar requemada…
Y mientras voy al sitio de mí recreo leo en la sección de anuncios por palabra de tu mirada: busco mi unicornio azul que se me ha perdido ayer, firmado: Silvio Rodríguez…
Y un poquito a la derecha, hacia abajo: antes de ti yo no era yo, antes de mí tú no eras tú, firmado Jorge Drexler…
Y cuando llego, el surtidor de los sueños de mi escondite compartido se ha convertido en un Hamam que hace creerme en Estambul y mi brazo reposa sobre tu hombro…
La tarde luce estrellas como una noche de otoño de Hazim, sólo que es primavera: tus palabras, madre; tus palabras, amiga; tus palabras eran hombres…
Parece que fuera ayer cuando supe de la existencia de mi hada ignorante… Gracias a la vida que me ha dado tanto…
Y porque sabemos el secreto de las lágrimas del sauce, jugamos el juego de la amistad, recordando aquélla mañana de domingo y de abril en que sabías que nos reencontraríamos… y nos encontramos desde siempre.
Entonces Aute me presta sus palabras para decirte como gasto papeles recordándote, como me haces hablar en el silencio…
Porque ya ves, a veces me canso de ser hombre y también… e Ismael Serrano me hace un guiño de complicidad…
Y cuando creo que la magia se ha terminado, Alejadro Filio me susurra un secreto a voces –que tú ya sabes–… si me alejo un día, una tarde, una mañana, un junio… sólo es momentánea la partida…
Será primero una ola niña sobre la ciega playa. Luego una delgada espuma persistente, más tarde un redoblar de todo el horizonte que avanza, que se empuja para tomar contacto con la orilla.
En cada grueso oleaje, en cada arruga del mar, en cada ojo de espuma por la arena de fuego, estará un hombre por él y por su extensa cadena de fantasmas. Por las sombras que no tuvieron cuerpo; por todos los que anulados vagan sin país, sin sepulcro.
Con la memoria de los que fueron olvidados volverán: "Ya llegamos a la patria". Y jamás será la patria. Siempre habrá otras olas, y anchos nudos, gruesas crestar de mar. El hombre irá pisando playas de fuego, rocas que hirieron otros pies, algas que se enredaron a otras plantas. Caminará por siempre -a través de paisajes con recuerdos-, el sol contra su espalda y una arruga profunda en la frente horadada por el viento. "¿Era ésta mi patria?" -preguntará de nuevo-. Y pasará de largo, como un extraño entre los ríos, regresará a la orilla de que partió -no la recuerda- pidiendo paz para sus muertos.
Relatos de un náufrago frente a las costas de la vida... Reflejos del alma en los acantilados del ser... Soledad asumida, soledades compartidas... Mar en calma... Mar de Ítaca... Islas recorridas a la búsqueda de la felicidad... Recuerdos de un río verde transparente... Unos ojos... Versos... Reflejos de agua... Silencios... Certeza de ser y sentir... El anochecer es un refugio de ternura... Azul fuego... El cielo arde... Caricia de lágrima en mi rostro... Enciendo un cigarrillo de nostalgia... El instante fugaz de una mirada... Soledad de arena... Es así como sucede el milagro... La luna sonríe y espera... Horizonte de puntos suspensivos.