Me celebro a mí mismo,
y cuanto asumo tú lo asumirás,
porque cada átomo que me pertenece, te pertenece también a ti.
Holgazaneo e invito a mi alma,
me tumbo y holgazaneo a mi antojo . . . mientras
observo una brizna de hierba veraniega.
Las casas y las habitaciones están llenas de perfumes . . .
los anaqueles están cargados de perfumes,
respiro yo mismo la fragancia, la reconozco y me gusta,
la destilación también me embriagaría, pero no he de
permitirlo.
( . . . )
Me iré a la orilla del bosque, me quitaré el disfraz y quedaré
desnudo,
me enloquece el deseo . . . el latido de mi corazón . . .
el paso de la sangre y del aire por mis
pulmones,
el olor de la hojas verdes y de las hojas secas, de la playa
y de las oscuras rocas marinas, del heno en el granero,
el sonido de las palabras que se pierden en los remolinos del viento,
algunos besos fugaces . . . algunos abrazos . . . brazos
extendidos,
el juego de la luz y sombra . . .
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen
de todos los poemas,
poseerás lo bueno de la tierra y del sol . . . aún quedan
millones de soles,
nada recibirás ya de segunda o tercera mano . . . ni
mirarás a través de los ojos de los muertos . . . ni te
alimentarás de los espectros de los libros,
tampoco mirarás a través de mis ojos, ni aceptarás las cosas
que te digo,
escucharás lo que te llega de todos los lados y lo tamizarás tú
mismo.
( . . . )
Holgazanea conmigo en la hierba . . . desata el freno de
tu garganta,
no son palabras, ni música, ni versos lo que quiero . . . ni
costumbres, ni discursos, ni siquiera los mejores,
sólo me gusta el arrullo, el murmullo de tu voz
aflautada.
( . . . )
Soy el poeta del cuerpo,
y soy el poeta del alma.
Los goces del cielo están conmigo y los tormentos del
infierno están conmigo,
los primeros los injerto y multiplico en mi ser . . . los
últimos los traduzco a una nueva lengua.
Soy el poeta de la mujer tanto como del hombre,
y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre . . .
( . . . )
Soy el que camina con la tierna y creciente noche;
llamo a la tierra y al mar invadidos a medias por la noche.
¡Abrázame fuerte, noche de senos desnudos! ¡Abrázame
fuerte, noche magnética y nutricia!
¡Noche de vientos del sur! ¡Noche de grandes astros solitarios!
¡Noche silenciosa que me llamas! ¡Loca y desnuda noche de
verano!
( . . . )
¿Hablarás antes de que yo me vaya? ¿Te decidirás demasiado
tarde?
Me entrego al barro para renacer de la hierba que amo . . .
Apenas comprenderás quién soy y lo que significo . . .
Si no consigues encontrarme al principio, no te desalientes,
si no me encuentras en un lugar, busca en otro,
estoy en alguna parte esperándote.
Walt Whitman. Hojas de Hierba
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